"Ou você é livre, ou você não é. Ou você é livre e a coisa é autêntica, real, viva, ou não é nada." (A humilhação, Philip Roth)

quinta-feira, 14 de abril de 2011

Artigo na Revista Herencia de Abril de 2011

POBREZA, JEFATURA DE HOGAR, TRABAJO E INGRESO[1]

SER MUJER Y NIÑA EN BOLIVIA, HOY

Caroline Cotta de Mello Freitas y Elena Apilánez Piniella

El artículo que presentamos en éste y los siguientes números de HERENCIA es producto de un trabajo de investigación y compilación de datos respecto de la situación y la posición de las mujeres y las niñas en Bolivia realizado por Caroline Cotta de Mello Freitas (São Paulo, Brasil) durante su estancia de trabajo de campo en La Paz y en el marco del proceso de elaboración de su tesis doctoral referida a la reivindicación del derecho a la diferencia y movimentos sociales indígenas en Bolivia. Elena Apilánez Piniella (La Paz, Bolivia) orientó la elaboración de la compilación y realizó la corrección literaria, de estilo y gramatical.

Los datos aportados por el Plan Nacional Para la Igualdad de Oportunidades “Mujeres Construyendo una Nueva Bolivia, Para Vivir Bien” (PNIO) dan cuenta que la pobreza em Bolivia tiene “rostro de mujer indígena y campesina” (PNIO 2008:47). Datos aportados por el Viceministerio de Género y Asuntos Generacionales indican que, en 2006, más del 63% de las mujeres del área rural –donde se da el mayor porcentaje de concentración de población indígena en el país– y el 23% de mujeres del área urbana estaría em condiciones de pobreza extrema, siendo estos índices más altos entre las mujeres aymaras. Además, en el país las mujeres tienen menor acceso y control a bienes patrimoniales tangibles (propiedad de la tierra y la vivienda y acceso al crédito, entre otros) e intangibles (acceso a la tecnología y a la capacitación, por ejemplo) que los hombres.

En efecto, existe un mayor porcentaje de mujeres que de hombres sin ingresos propios o con ingresos insuficientes y, frecuentemente, las mujeres acceden en mayor número a empleos de baja remuneración. Las mujeres sufren deficientes condiciones laborales, menor acceso al empleo, mayor discontinuidad, discriminación salarial y acoso sexual en el trabajo. También se identifican brechas de género en la calidad de las pensiones de jubilación entre hombres y mujeres.

En el área económica, productiva y laboral los problemas más graves enfrentados por las mujeres bolivianas son: la dependencia económica, la distribución injusta, diferenciada y discriminatória de los recursos económicos, productivos, tecnológicos y patrimoniales entre mujeres y hombres, lo que, en consecuencia, disminuye las posibilidades de logro satisfactorio de autonomia económica de las mujeres.

JEFATURA DE HOGAR Y POBREZA

En lo que se refiere a la Jefatura de Hogar, el Censo de 2001 “estabelece la existencia de 1.977.665 hogares en Bolivia. El 31% de los mismos tienen como jefes de hogar a mujeres y el 69% a hombres. En el área urbana, donde se ubica el 61% de los hogares, la relación proporcional de la jefatura de hogar es 33% femenina y 67% masculina; mientras que en el área rural, esta proporción es de 28% y 2% respectivamente. (…) La jefatura de hogar masculina es predominante (93,52%) en hogares biparentales con y sin hijos, mientras que em los hogares monoparentales predomina la jefatura de hogar femenina (71,22%) (INE, 2003:181).” (PNIO, 2008: 53)

Se advierte que en los hogares biparentales (con predominancia de la jefatura de hogar masculina) por lo general habitan más de dos personas con responsabilidades económicas, mientras que em los hogares mono-marentales (con predominancia de jefatura de hogar femenina) habitan las madres (solteras, viudas o separadas) y únicamente éstas son las responsables de la carga económica del núcleo familiar. Si a este dato se agrega – como se mostrará más adelante – que las mujeres suelen acceder a trabajos de menor calidad y peor remunerados que los hombres, se puede inferir que los hogares encabezados por mujeres son – no necesariamente pero sí con alta probabilidad – más pobres que los hogares encabezados por hombres.

A partir de datos del año 2004 “más de la mitad de los habitantes de las áreas urbanas eran pobres y la proporción sube al 78% en las áreas rurales. No sólo la pobreza afecta a la población boliviana, sino también los altos niveles de desigualdad puesto que el 10% de la población más pobre recibe sólo el 0,2% del ingreso, mientras que el 10% de la población más rica absorbe el 47,3%, eso es 235 veces más (Ministerio de Planificación del Desarrollo 2006:240).” (PNIO, 2008: 46)

Para comprender la situación de la pobreza en Bolivia es necesario tener em cuenta el modelo económico aplicado en el país desde mediados de los años ochenta. Éste – centrado en la liberalización del mercado, la desregulación del trabajo y la privatización de los servicios antes públicos – contribuyó a controlar la infl ación provocada principalmente por las obligaciones estatales con la deuda externa contraída en las décadas de los setenta y ochenta, pero el crecimiento económico generado en el país a costa de la flexibilización del mercado laboral, la tercerización de la producción y el crecimiento de empleos temporales, también provocó la profundización de la pobreza y la ampliación de las desigualdades. Las medidas de fl exibilización laboral abrieron oportunidades a las mujeres, quienes se incorporaron masivamente al mercado laboral pero en condiciones de extrema vulnerabilidad, accediendo a trabajos mal remunerados y sin ningún resguardo de seguridad social. Aunque la precariedad en las condiciones laborales afecte a hombres y mujeres, la situación de éstas es aún peor em lo que atañe al universo del trabajo y a los índices de pobreza.

La condición de pobreza y, de pobreza femenina en particular, es más profunda en las áreas rurales de Bolivia. Datos del año 2006 indican que más del 63% de las mujeres en el área rural se encontraban en condiciones de pobreza extrema y, entre las mujeres del área urbana, el índice es del 23%. (PNIO, 2008: 47) Además, las mujeres que se autoidentifican con un pueblo originario, en especial aymara (población en la cual se encuentran los mayores índices de pobreza extrema), tienen condiciones de mayor desventaja que la población que no se auto-identifi ca con pueblos originarios. En general, la incidencia de la pobreza extrema es mayor entre las mujeres bolivianas que entre los varones.

TRABAJO E INGRESO

El ingreso de las mujeres al mercado de trabajo – además de permitirles hacer un aporte a la familia, a sus hijos e hijas, les otorga márgenes de libertad para negociar y afi rmar sus proyectos e interesses – significa un cambio en sus propias concepciones sobre su realidad, su família y en su entorno. Sin embargo, dentro del actual modelo, el acceso, desempeño y condiciones de trabajo no son fáciles

para las mujeres quienes, además, tienen que realizar las labores domésticas. Es por eso que el autoempleo o el trabajo informal es una alternativa elegida por las mujeres pues es un tipo de empleo compatible con el trabajo doméstico. Actualmente, las mujeres en Bolivia, ahora importantes proveedoras de dinero y, em estrecho contacto con otras formas de vida, ya no aceptan con facilidad ciertas costumbres como el rapto, la violación, el maltrato del esposo, el alcoholismo y, por ello, crece el número de mujeres jefas de familia. Las mujeres empiezan a exigir un nuevo tipo de relación con los hombres, con sus familias, con la comunidad. Buscan mayor participación en la toma de decisiones de la vida cotidiana y en los asuntos de la colectividad.

Datos recogidos, en los Censos Nacionales de Población y Vivienda de Bolivia, entre 1992 y 2001 indican una transformación en la composición de la fuerza de trabajo y un aumento constante de la presencia de éstas en el mundo del trabajo. Según el PNIO, “esta alta participación de las mujeres emerge de las políticas de ajuste estructural, el masivo desempleo masculino, la disminución de los ingresos y la incorporación de modalidades flexibles de trabajo. Por ello, las mujeres perciben actualmente que su

trabajo no se ejerce como derecho social sino como necesidad y compulsión económica” (Farah, I.; et.al.; ASDI 2006).” (PNIO, 2008: 50)

En Bolivia, la mayor parte de la población trabaja en la rama agropecuária (38,61% de la mano de obra), en el comercio (18,81%) y en los servicios (empleando 14,40% de la mano de obra nacional). El 85% de las mujeres están insertas en estas tres ramas de actividad, siendo 45% de la mano de obra ocupada en la agropecuaria, 65% en la rama comercial y 59% dentro de la de servicios. De hecho, el mercado de trabajo sufrió ligeras modifi caciones entre 2000 y 2005, pero las mujeres continúan en situación de desventaja, puesto que sus ingresos son menores que los de los hombres.

Según el PNIO, “en un estudio comparativo entre 17 países sobre género y pobreza, publicado por la CEPAL en 2003 (www.cepal.org/mujer/), se establece que en Bolivia, en el año 2002, el 44% de las mujeres y el 23,88% de los hombres no tenían ingresos propios, con una brecha negativa para las mujeres de 20 puntos porcentuales. Esta relación resulta mucho más inequitativa en el área rural, donde el 71,5% de las mujeres y el 24,8% de los hombres se encontraban en esa condición, con una brecha de 47 puntos porcentuales de desventaja para las mujeres. Tanto em el área urbana como rural, las brechas se abren en el periodo de mayor productividad para ambos sexos (25 a 44 años de edad), la mayor brecha se presenta entre mujeres y hombres rurales de entre 35 y 44 años de edad, que alcanza a 68,6 puntos porcentuales de desventaja femenina.” (2008: 53)

Se constata que las mujeres campesinas bolivianas son las más pobres entre los pobres. Para las mujeres indígenas y campesinas empobrecidas, el paso del trabajo agrícola al trabajo no remunerado urbano no ha signifi cado una mejora en sus condiciones de vida y laborales. La dinámica de la economía de mercado, trajo la disminución del empleo y de los ingresos, dando lugar a estrategias familiares para compensar esa disminución con trabajo informal y doméstico. Según el PNIO, “la estratégia privilegiada ha sido la incorporación de la mano de obra femenina al mercado de trabajo tanto en el comercio como en la manufactura, además del trabajo doméstico remunerado, proceso mediado por los fenómenos migratorios campo-ciudad. Este fenómeno va aparejado con prácticas de flexibilidad laboral y subcontratación que no permite hacer visible el trabajo feminino en estos sectores (Farah, et.al; ASDI, 2006).” (PNIO, 2008: 54) *


[1] Una de las cuestiones que es necesario destacar atañe a los datos estadísticos ofi ciales. además de que muchos de los datos a nuestro alcance están desactualizados, el propio instituto nacional de estadística (ine) de bolivia, en su sitio web, avisa en nota que –ipsis litteris–, “motivos de índole presupuestaria impiden fortalecer y actualizar las estadísticas con enfoque de género.”

http://www.revistaherencia.net/

Escrevi esse texto, que foi revisado por Elena, no ano passado. Só agora ele foi publicado na Bolívia.